Hacia la segunda parte del siglo veinte, se dio entre la erudición bíblica lo que se conoce como el giro narrativo, con esto se quiere decir que el estudio de la Biblia se centraría en la narrativa y sus representaciones específicas antes que en las proposiciones que surgen a raíz de un análisis de los datos entregados por la revelación.
Una característica relevante dentro de lo que es el giro hacia la narrativa es que, de la narrativa se puede obtener y presentar la Teología; de hecho, la narrativa lleva al lector a que comprenda los implícitos que transmite, de una manera que el lector no sienta que se le está forzando a tomar una decisión frente a lo que lee; por su parte las máximas proposicionales llevan la voluntad de absolutizar las ideas y de alguna forma crean en el lector una imperiosa necesidad de tomar partido frente a ella.
Introducción
Debido a los desarrollos que se han dado en el campo narrativo del estudio de la Biblia, se debería en Teología representar los contenidos de la fe de la misma forma a cambio de ser representados como una serie de proposiciones lógicas que lleven a tomar decisiones al lector. Si la Biblia se presenta a manera de narraciones ¿por qué tenemos que perder el interesante medio de la narración para presentar nuestra Teología?
El autor nos quiere hacer entender que el giro narrativo está íntimamente relacionado con el giro lingüístico que se ha presentado en la filosofía; dicha unión se presenta debido a que ambos giros están combatiendo la naturaleza referencial del lenguaje en relación con la lectura de los textos. Nos advierte que eruditos como Ricoeur, Gadamer y Eco presentaron un énfasis en el juego del lenguaje a cambio de una naturaleza netamente referencial. Esto es, que el texto no debe tomarse como un grupo de palabras, sin la transmisión que se puede lograr a través de la interconexión que hay entre ellas, por sus géneros y formas que llevan al autor a otro plano de referencia. Por supuesto, esto tiene mucho que decir al área de la Teología, ya que es precisamente el lenguaje teológico o las proposiciones teológicas las que intentan llevar en sus palabras un marco referencial olvidando la narración que ellas mismas presentan.
En defensa de la referencia en la narrativa
Como primera medida algunos defienden la referencia a la narrativa, reconociendo que existe una referencia a los hechos históricos. Por ejemplo, Jansen dice que no es lo mismo leer las Escrituras mirándolas como un reporte de historia o como simplemente una literatura más; si se quiere mirar la interpretación literaria del texto es relevante el conocimiento del contexto, pero esto no es tan indispensable para estudiar el texto desde los géneros que está presentando. Si los evangelios están diciendo que son historias ¿por qué no leerlos de esa manera?
Por su parte Watson puntúa que existe unión entre la historiografía y la narrativa; de hecho, no se puede decir que la historiografía es neutra al formular los hechos que acontecieron, por supuesto, tampoco es pura fantasía. Lo que sucede es que la historiografía se presenta como una narración, se está mostrando lo que los hechos fueron pero también lo que podrían ser.
Por otro lado, la referencia a la narrativa, también es defendida por aquellos que la unen con la referencia a nuestro mundo de acción. Este enfoque de pensamiento es aportado por dos grupos de investigación, los de la teoría del acto del discurso y los de la filosofía de Ricoeur. Dicen que en la narrativa presenta a nuestro mundo de acción en un triple proceso: - el mundo del actual del narrador está prefigurado en la narrativa, - el mundo de referencia está configurado en la narrativa por vía de referencia al mundo que está implícito en él, - la narrativa re-figura nuestro futuro mundo de acción. Con esto se quiere expresar que la narrativa, está presentando al mundo en el que se actúa de alguna forma; por eso la realidad que se presenta en la narrativa tiene relación con el mundo actual en que la gente vive. También es relevante mencionar que la narrativa no está simplemente copiando la realidad que se tiene, sino que ella misma crea su campo de referencia.
Lo que se acotó en el párrafo anterior impacta por supuesto a la Teología, pues lo que leemos en la Biblia que se narra, si bien, está mostrando una realidad del mundo del escritor, también es cierto que esa misma narración se convierte en referencia para nosotros y nos transmite esos implícitos inmersos en la narrativa sin ser colocados explícitamente.
La naturaleza de la referencia en narrativa
El argumento inicial es: como la narrativa está representando objetos externos, entonces ellos mismos, por estar fuera de la narrativa, hacen que la referencia a la misma narrativa no se sostenga. Este argumento puede tomar varios caminos, por un lado se debe decir que la narrativa es más contextual que relatos proposicionales de fe, de está forma la narrativa se puede quedar en la historia, en tanto que los otros relatos llevan un clamor de verdad. También se pudiera sugerir que los clamores de la narrativa son más modestos, pues la referencia a objetos externos es mantenida implícita en la historia, en tanto que estos son explícitos en los relatos proposicionales de fe. Por último, se puede decir que si la narrativa lleva el impacto de la referencia, es porque la historia lleva en sí un poder, que le hace crear esas referencias en una forma ambigua.
Lo que debe quedar claro es que la Teología expresada en narrativa nos llevará de una forma sutil a las verdades que ella representa. Por supuesto, existe el peligro de querer elevar la Teología narrativa por encima de cualquier otra forma de hacer Teología, pero es importante no sobre-estimar lo que se presenta con el poder de la narrativa y de sub-estimar lo que se puede hacer con proposiciones y/o aserciones teológicas, que creo pueden seguir teniendo relevancia sí se les mira en los diferentes entornos en que fueron presentadas. Creo que la apertura a esta manera de hacer Teología nos acerca más al texto bíblico, a su forma y contenido, nos puede ayudar a franquear distancias doctrinales, sin embargo, no se puede olvidar que el que lee seguirá teniendo la subjetividad propia del humano e intentará imponer su interpretación de la narración sobre otros, la discusión creo que está comenzando.
Tuesday, 8 September 2009
Teología Narrativa
(Use la lectura de H. Weinrich)
La mayor parte de la Biblia la constituyen narraciones, ya sean de carácter histórico, hipotético o ilustrativo, por lo que se puede decir que la base de la Teología se encuentra inmersa en narraciones de fe. Pero ¿cómo se va dando ese proceso narrativo? Si se piensa por ejemplo en un Jesús, que narra sus historias frente a un grupo de sus seguidores, uno pudiera pensar que dicho grupo le escucha; este grupo, los receptores de la narración, se van a convertir en narradores potenciales con otros receptores. Las narraciones así movidas pueden no ser exactas, en cada una de sus partes, a la narración original, pero sí puede llevar la idea precisa que se intentó transmitir originalmente.
A pesar de la narratividad de la Biblia, a nadie (o tal vez a algunos) se le pasa por la cabeza, que no se pueda usar por ejemplo una parábola para meditar en ella; con esto se está queriendo decir que lo que se narra no pierde su valor a pesar de que no sea histórico. En este punto, es que entran en conflicto la narración y la teología. Por un lado, la narración demuestra que lo que se narra transmite verdades claras, pero la teología, al usar la ciencia histórica como su instrumento, considera que es indispensable la historicidad de lo narrado para que se pueda usar en sus elaboraciones. Lo que debe resultar claro hasta este punto, es que el cristianismo nace bajo la narración; narraciones contadas por los profetas, los discípulos, Cristo, etc.
Y ¿cómo fue que el mensaje cristiano se fue llevando a diferentes regiones del mundo? ¿fue a través de cuidadosas proposiciones elaboradas o fue a través de la repetición de las narraciones? La respuesta es evidente, el cristianismo ha sido una comunidad que ha llevado la narración de uno a otro, es una comunidad que se cuenta la fe. En este proceso de recontar, pueden aparecer nuevos ambientes en los que se narra, nuevos enfoques a lo que se está narrando, y esto no desdibuja para nada la validez de la narración sino que la actualiza y dinamiza. No obstante, cuando el cristianismo se fue expandiendo, entró en contacto con una forma de pensar griega, en la que por encima de la narración predominaba el razonamiento. De esa forma, la teología tomó dichos razonamientos para esquematizar los conceptos que antes se habían presentado con narraciones llenas de contenidos teológicos.
Ahora bien, ¿cómo se debe abordar el conocimiento de la fe? ¿Seguir los parámetros iniciales de la narración o pegarse a las proposiciones teológicas? Es relevante mencionar que, la misma ciencia histórica ha cuestionado los presupuestos con que se acercan a la historia, dando así nuevamente lugar a una lectura de la narrativa sin necesariamente estar imbuida con el sello de la historicidad científica.
Como conclusión se puede decir que la narrativa, en tanto que genere en el oyente, un movimiento hacia su fe y que lo lleve a tomar decisiones en su razón, no deberá descartarse. Por su parte la teología, deberá enfrentar las dificultades provocadas por cómo ella cambia la narrativa a postulados teológicos.
La mayor parte de la Biblia la constituyen narraciones, ya sean de carácter histórico, hipotético o ilustrativo, por lo que se puede decir que la base de la Teología se encuentra inmersa en narraciones de fe. Pero ¿cómo se va dando ese proceso narrativo? Si se piensa por ejemplo en un Jesús, que narra sus historias frente a un grupo de sus seguidores, uno pudiera pensar que dicho grupo le escucha; este grupo, los receptores de la narración, se van a convertir en narradores potenciales con otros receptores. Las narraciones así movidas pueden no ser exactas, en cada una de sus partes, a la narración original, pero sí puede llevar la idea precisa que se intentó transmitir originalmente.
A pesar de la narratividad de la Biblia, a nadie (o tal vez a algunos) se le pasa por la cabeza, que no se pueda usar por ejemplo una parábola para meditar en ella; con esto se está queriendo decir que lo que se narra no pierde su valor a pesar de que no sea histórico. En este punto, es que entran en conflicto la narración y la teología. Por un lado, la narración demuestra que lo que se narra transmite verdades claras, pero la teología, al usar la ciencia histórica como su instrumento, considera que es indispensable la historicidad de lo narrado para que se pueda usar en sus elaboraciones. Lo que debe resultar claro hasta este punto, es que el cristianismo nace bajo la narración; narraciones contadas por los profetas, los discípulos, Cristo, etc.
Y ¿cómo fue que el mensaje cristiano se fue llevando a diferentes regiones del mundo? ¿fue a través de cuidadosas proposiciones elaboradas o fue a través de la repetición de las narraciones? La respuesta es evidente, el cristianismo ha sido una comunidad que ha llevado la narración de uno a otro, es una comunidad que se cuenta la fe. En este proceso de recontar, pueden aparecer nuevos ambientes en los que se narra, nuevos enfoques a lo que se está narrando, y esto no desdibuja para nada la validez de la narración sino que la actualiza y dinamiza. No obstante, cuando el cristianismo se fue expandiendo, entró en contacto con una forma de pensar griega, en la que por encima de la narración predominaba el razonamiento. De esa forma, la teología tomó dichos razonamientos para esquematizar los conceptos que antes se habían presentado con narraciones llenas de contenidos teológicos.
Ahora bien, ¿cómo se debe abordar el conocimiento de la fe? ¿Seguir los parámetros iniciales de la narración o pegarse a las proposiciones teológicas? Es relevante mencionar que, la misma ciencia histórica ha cuestionado los presupuestos con que se acercan a la historia, dando así nuevamente lugar a una lectura de la narrativa sin necesariamente estar imbuida con el sello de la historicidad científica.
Como conclusión se puede decir que la narrativa, en tanto que genere en el oyente, un movimiento hacia su fe y que lo lleve a tomar decisiones en su razón, no deberá descartarse. Por su parte la teología, deberá enfrentar las dificultades provocadas por cómo ella cambia la narrativa a postulados teológicos.
Sunday, 6 September 2009
Interpretación teológica
Basado en el libro Hermenéutica bíblica de José María Martinez
Al acercarse a los textos bíblicos para interpretarlos, se debe, en primer lugar, realizar todo el proceso gramático histórico interpretativo del texto; al terminar dicho proceso no se debe pensar que la actividad de interpretación se ha terminado, de hecho, muchas veces al realizar dicho estudio se puede encontrar que la exégesis de algunos pasajes riñe con la interpretación de otros. Es principalmente en estas circunstancias en que la interpretación teológica ayudará a dirimir dichas disputas.
Para realizar una correcta interpretación teológica de la Escritura, es indispensable que el exegeta tenga un panorama general de las doctrinas que presenta toda la Biblia. Si bien, es cierto que la Biblia presenta un sinnúmero de situaciones históricas, de las que se puede extraer conceptos teológicos, es igualmente cierto que existen ciertos conceptos que se presentan a lo largo de la Escritura. Entonces, el exegeta ayudado en primer lugar por su acercamiento gramático histórico, puede llegar a encontrar, gracias a la exégesis teológica una interpretación más profunda. También es importante resaltar, que en el surgimiento de los mismos textos, el autor que los pone por escrito está inmerso en un contexto que maneja cierta teología; así pues, cuando un interprete intenta llegar al sentido de la Escritura, debe considerar dentro del acercamiento contextual dicha teología.
Se puede afirmar que lo principal en la interpretación teológica es que lo que se halle, en cuanto a contenido doctrinal, en un texto no puede estar en oposición al contenido de la Biblia; para ello es importante aplicar lo que se conoce como “analogía de la fe”, que consiste en que la Biblia se interpreta a sí misma.
Como ya se había mencionado arriba, la Biblia está inmersa en diversos contextos teológicos, sin embargo, gracias a la unidad de la revelación, existe una teología bíblica que atraviesa todas sus páginas. Por supuesto está teología bíblica se pone de manera sistemática para que se pueda enseñar y para que pueda responder algunas inquietudes que surgen en los hombres. Precisamente, en está teología sistemática es donde se han dado las mayores dificultades, pues es probable, que al adentrarse en las formulaciones teológicas se empiece a dogmatizar. Los dogmas son necesarios para tener unos ejes comunes interpretativos, pero sólo se deben usar los que han salido a la luz, luego de una minuciosa elaboración bíblica y no con el deseo de respaldar posturas religiosas que van más allá de lo que la Biblia dice; un buen ejemplo de dogma puede ser la Trinidad, concepto que no se halla de manera explicita en las Escrituras pero al analizar diferentes textos, se puede concluir que Dios habita en Trinidad. Típicamente, los dogmas han sido usados tanto al interior como al exterior de la iglesia; desde adentro, la iglesia usa los dogmas con el propósito de enseñar a nuevos convertidos los conceptos de fe básicos, además de usarlos para combatir las herejías que se puedan levantar dentro del mismo cuerpo de creyentes; el uso de los dogmas desde afuera de la iglesia, tiene que ver principalmente con la apología o defensa de la fe frente a embates que se levanten contra la iglesia. Los dogmas, son entonces unas anclas de fe que evitan que la nave de la iglesia se mueva lejos de su cauce.
Se debe, entonces, tener especial cuidado al realizar interpretación teológica, lo sistemático y dogmático puede llegar a acallar a la verdadera teología bíblica; es por eso que se hace necesario presentar algunas guías a este tipo de interpretación. En primer lugar nunca se debe interpretar sin antes haber realizado un concienzudo estudio de lo que las lenguas originales del texto bíblico quieren decir; no se puede entrar al texto a imponer un concepto sesgado de teología. Seguidamente la interpretación debe considerar que la Biblia tiene una estructura doctrinal; toda ella tiene ejes unificadores como por ejemplo la historia de la salvación, la existencia de Dios, la creación del hombre a imagen de Dios, etc. Por otro lado, si bien es cierto que hay una unidad en las Escrituras, también es igualmente cierto que existe una revelación progresiva, no se pueden imponer conceptos que aparecen en épocas posteriores a textos que están en épocas anteriores. Como es ligeramente más fácil torcer los significados de aquellos pasajes que no son explícitos, la interpretación teológica deberá basarse, en principio, en textos que sean literales. Igualmente, debido a que en el AT muchas de las cosas presentadas son sombras del advenimiento de un tiempo mejor, presentado en el NT, se debe preferir obtener la teología de éste a cambio de aquel. Finalemente, la interpretación teológica debe limitarse a lo que la revelación expresa, intentar decir algo que no está pivotado en la Biblia es sólo el deseo de querer controlar lo misterioso de Dios, el interprete debe confiar en que lo que de Dios se revela es suficiente para su conocimiento.
A modo de conclusión resaltó la importancia de evitar extraer pasajes de sus contextos para teologizar, olvidándose así de las grandes ríos doctrinales que corren por toda la Escritura, los cuales deben fluir de manera natural de las páginas de esa fuente. De aparecer un riachuelo doctrinal, debe observarse si es sólo un afluente de un gran río de doctrina o si es un río que desemboca en las perversidades de la humanidad.
Al acercarse a los textos bíblicos para interpretarlos, se debe, en primer lugar, realizar todo el proceso gramático histórico interpretativo del texto; al terminar dicho proceso no se debe pensar que la actividad de interpretación se ha terminado, de hecho, muchas veces al realizar dicho estudio se puede encontrar que la exégesis de algunos pasajes riñe con la interpretación de otros. Es principalmente en estas circunstancias en que la interpretación teológica ayudará a dirimir dichas disputas.
Para realizar una correcta interpretación teológica de la Escritura, es indispensable que el exegeta tenga un panorama general de las doctrinas que presenta toda la Biblia. Si bien, es cierto que la Biblia presenta un sinnúmero de situaciones históricas, de las que se puede extraer conceptos teológicos, es igualmente cierto que existen ciertos conceptos que se presentan a lo largo de la Escritura. Entonces, el exegeta ayudado en primer lugar por su acercamiento gramático histórico, puede llegar a encontrar, gracias a la exégesis teológica una interpretación más profunda. También es importante resaltar, que en el surgimiento de los mismos textos, el autor que los pone por escrito está inmerso en un contexto que maneja cierta teología; así pues, cuando un interprete intenta llegar al sentido de la Escritura, debe considerar dentro del acercamiento contextual dicha teología.
Se puede afirmar que lo principal en la interpretación teológica es que lo que se halle, en cuanto a contenido doctrinal, en un texto no puede estar en oposición al contenido de la Biblia; para ello es importante aplicar lo que se conoce como “analogía de la fe”, que consiste en que la Biblia se interpreta a sí misma.
Como ya se había mencionado arriba, la Biblia está inmersa en diversos contextos teológicos, sin embargo, gracias a la unidad de la revelación, existe una teología bíblica que atraviesa todas sus páginas. Por supuesto está teología bíblica se pone de manera sistemática para que se pueda enseñar y para que pueda responder algunas inquietudes que surgen en los hombres. Precisamente, en está teología sistemática es donde se han dado las mayores dificultades, pues es probable, que al adentrarse en las formulaciones teológicas se empiece a dogmatizar. Los dogmas son necesarios para tener unos ejes comunes interpretativos, pero sólo se deben usar los que han salido a la luz, luego de una minuciosa elaboración bíblica y no con el deseo de respaldar posturas religiosas que van más allá de lo que la Biblia dice; un buen ejemplo de dogma puede ser la Trinidad, concepto que no se halla de manera explicita en las Escrituras pero al analizar diferentes textos, se puede concluir que Dios habita en Trinidad. Típicamente, los dogmas han sido usados tanto al interior como al exterior de la iglesia; desde adentro, la iglesia usa los dogmas con el propósito de enseñar a nuevos convertidos los conceptos de fe básicos, además de usarlos para combatir las herejías que se puedan levantar dentro del mismo cuerpo de creyentes; el uso de los dogmas desde afuera de la iglesia, tiene que ver principalmente con la apología o defensa de la fe frente a embates que se levanten contra la iglesia. Los dogmas, son entonces unas anclas de fe que evitan que la nave de la iglesia se mueva lejos de su cauce.
Se debe, entonces, tener especial cuidado al realizar interpretación teológica, lo sistemático y dogmático puede llegar a acallar a la verdadera teología bíblica; es por eso que se hace necesario presentar algunas guías a este tipo de interpretación. En primer lugar nunca se debe interpretar sin antes haber realizado un concienzudo estudio de lo que las lenguas originales del texto bíblico quieren decir; no se puede entrar al texto a imponer un concepto sesgado de teología. Seguidamente la interpretación debe considerar que la Biblia tiene una estructura doctrinal; toda ella tiene ejes unificadores como por ejemplo la historia de la salvación, la existencia de Dios, la creación del hombre a imagen de Dios, etc. Por otro lado, si bien es cierto que hay una unidad en las Escrituras, también es igualmente cierto que existe una revelación progresiva, no se pueden imponer conceptos que aparecen en épocas posteriores a textos que están en épocas anteriores. Como es ligeramente más fácil torcer los significados de aquellos pasajes que no son explícitos, la interpretación teológica deberá basarse, en principio, en textos que sean literales. Igualmente, debido a que en el AT muchas de las cosas presentadas son sombras del advenimiento de un tiempo mejor, presentado en el NT, se debe preferir obtener la teología de éste a cambio de aquel. Finalemente, la interpretación teológica debe limitarse a lo que la revelación expresa, intentar decir algo que no está pivotado en la Biblia es sólo el deseo de querer controlar lo misterioso de Dios, el interprete debe confiar en que lo que de Dios se revela es suficiente para su conocimiento.
A modo de conclusión resaltó la importancia de evitar extraer pasajes de sus contextos para teologizar, olvidándose así de las grandes ríos doctrinales que corren por toda la Escritura, los cuales deben fluir de manera natural de las páginas de esa fuente. De aparecer un riachuelo doctrinal, debe observarse si es sólo un afluente de un gran río de doctrina o si es un río que desemboca en las perversidades de la humanidad.
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