Basado en el libro Hermenéutica bíblica de José María Martinez
Al acercarse a los textos bíblicos para interpretarlos, se debe, en primer lugar, realizar todo el proceso gramático histórico interpretativo del texto; al terminar dicho proceso no se debe pensar que la actividad de interpretación se ha terminado, de hecho, muchas veces al realizar dicho estudio se puede encontrar que la exégesis de algunos pasajes riñe con la interpretación de otros. Es principalmente en estas circunstancias en que la interpretación teológica ayudará a dirimir dichas disputas.
Para realizar una correcta interpretación teológica de la Escritura, es indispensable que el exegeta tenga un panorama general de las doctrinas que presenta toda la Biblia. Si bien, es cierto que la Biblia presenta un sinnúmero de situaciones históricas, de las que se puede extraer conceptos teológicos, es igualmente cierto que existen ciertos conceptos que se presentan a lo largo de la Escritura. Entonces, el exegeta ayudado en primer lugar por su acercamiento gramático histórico, puede llegar a encontrar, gracias a la exégesis teológica una interpretación más profunda. También es importante resaltar, que en el surgimiento de los mismos textos, el autor que los pone por escrito está inmerso en un contexto que maneja cierta teología; así pues, cuando un interprete intenta llegar al sentido de la Escritura, debe considerar dentro del acercamiento contextual dicha teología.
Se puede afirmar que lo principal en la interpretación teológica es que lo que se halle, en cuanto a contenido doctrinal, en un texto no puede estar en oposición al contenido de la Biblia; para ello es importante aplicar lo que se conoce como “analogía de la fe”, que consiste en que la Biblia se interpreta a sí misma.
Como ya se había mencionado arriba, la Biblia está inmersa en diversos contextos teológicos, sin embargo, gracias a la unidad de la revelación, existe una teología bíblica que atraviesa todas sus páginas. Por supuesto está teología bíblica se pone de manera sistemática para que se pueda enseñar y para que pueda responder algunas inquietudes que surgen en los hombres. Precisamente, en está teología sistemática es donde se han dado las mayores dificultades, pues es probable, que al adentrarse en las formulaciones teológicas se empiece a dogmatizar. Los dogmas son necesarios para tener unos ejes comunes interpretativos, pero sólo se deben usar los que han salido a la luz, luego de una minuciosa elaboración bíblica y no con el deseo de respaldar posturas religiosas que van más allá de lo que la Biblia dice; un buen ejemplo de dogma puede ser la Trinidad, concepto que no se halla de manera explicita en las Escrituras pero al analizar diferentes textos, se puede concluir que Dios habita en Trinidad. Típicamente, los dogmas han sido usados tanto al interior como al exterior de la iglesia; desde adentro, la iglesia usa los dogmas con el propósito de enseñar a nuevos convertidos los conceptos de fe básicos, además de usarlos para combatir las herejías que se puedan levantar dentro del mismo cuerpo de creyentes; el uso de los dogmas desde afuera de la iglesia, tiene que ver principalmente con la apología o defensa de la fe frente a embates que se levanten contra la iglesia. Los dogmas, son entonces unas anclas de fe que evitan que la nave de la iglesia se mueva lejos de su cauce.
Se debe, entonces, tener especial cuidado al realizar interpretación teológica, lo sistemático y dogmático puede llegar a acallar a la verdadera teología bíblica; es por eso que se hace necesario presentar algunas guías a este tipo de interpretación. En primer lugar nunca se debe interpretar sin antes haber realizado un concienzudo estudio de lo que las lenguas originales del texto bíblico quieren decir; no se puede entrar al texto a imponer un concepto sesgado de teología. Seguidamente la interpretación debe considerar que la Biblia tiene una estructura doctrinal; toda ella tiene ejes unificadores como por ejemplo la historia de la salvación, la existencia de Dios, la creación del hombre a imagen de Dios, etc. Por otro lado, si bien es cierto que hay una unidad en las Escrituras, también es igualmente cierto que existe una revelación progresiva, no se pueden imponer conceptos que aparecen en épocas posteriores a textos que están en épocas anteriores. Como es ligeramente más fácil torcer los significados de aquellos pasajes que no son explícitos, la interpretación teológica deberá basarse, en principio, en textos que sean literales. Igualmente, debido a que en el AT muchas de las cosas presentadas son sombras del advenimiento de un tiempo mejor, presentado en el NT, se debe preferir obtener la teología de éste a cambio de aquel. Finalemente, la interpretación teológica debe limitarse a lo que la revelación expresa, intentar decir algo que no está pivotado en la Biblia es sólo el deseo de querer controlar lo misterioso de Dios, el interprete debe confiar en que lo que de Dios se revela es suficiente para su conocimiento.
A modo de conclusión resaltó la importancia de evitar extraer pasajes de sus contextos para teologizar, olvidándose así de las grandes ríos doctrinales que corren por toda la Escritura, los cuales deben fluir de manera natural de las páginas de esa fuente. De aparecer un riachuelo doctrinal, debe observarse si es sólo un afluente de un gran río de doctrina o si es un río que desemboca en las perversidades de la humanidad.